Se trata de un examen invasivo, por lo que los especialistas intentan pedirlo sólo en los casos estrictamente necesarios. A pesar de esto, no es doloroso.
Consiste en poner una sonda a través de la uretra del paciente, que llevará el líquido con el que se llenará su vejiga y medirá la presión de la misma. Además, se introduce otra sonda por el recto para medir la presión abdominal durante todo el proceso.
Una vez que las sondas están puestas, el paciente debe sentarse sobre una estructura denominada uroflujómetro, que es muy similar a un inodoro, el que medirá la posible pérdida de orina.
El uroflujómetro, a su vez, está conectado a una máquina que muestra los resultados del examen y que permite al especialista hacer todos los cálculos que considere pertinentes.
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